viernes, 14 de diciembre de 2012

Pedro Casaldáliga, amenazado de muerte

Por Faustino Villabrille
Cuando fue ordenado obispo imprimió una forma y estilo totalmente nuevos a la misión de ser pastor de su pueblo. Escribimos estas líneas en homenaje y reconocimiento a él por su compromiso con los oprimidos y como denuncia pública y radical de quienes quieren acabar con su vida.
Al cumplirse los 40 años de su ordenación hemos recibido este comentario que lo dice todo sobre su forma de querer ejercer su misión de pastor de los pobres:
"Tres elementos, más que significativos, le imprimieron a aquella ceremonia de ordenación un carácter totalmente innovador y profético que tuvieron fuerte repercusión no sólo en la iglesia de Brasil, sino también en muchas iglesias del mundo y en la sociedad.
El primero: La ordenación se realizó en la más rica y mayor catedral del mundo. La bóveda de esta catedral estaba adornada por la multitud incalculable de las estrellas del cielo. Las paredes estaban formadas, de un lado, por el agua libre del Araguaia; del otro por las arenas de la colina de Sao Félix. Al fondo, la pobre y pequeña iglesita de la comunidad. Al pie de la colina, como para recordar lo provisorio y frágil de la vida, el cementerio donde tantas personas, muertas o "matadas", descansaban, al lado del secular cementerio Karajá.
El segundo: Pedro rehusó cualquier señal externa que lo diferenciase en la iglesia. Puedo equivocarme, pero creo que es el único obispo de este Brasil, y tal vez del mundo, que se planteó no usar nunca ninguna insignia episcopal. Las insignias episcopales que se les entregan al obispo en su ordenación hoy son el anillo, el báculo, la mitra y la cruz pectoral. Señales externas del lugar que ocupa el obispo en una iglesia estructurada en forma jerárquica. Señales de su autoridad y poder. El obispo ostenta además un escudo que representa su lema de vida y servicio. Sus vestimentas también se diferencian de las de los simples sacerdotes (Tiempos atrás los obispos todavía usaban en las celebraciones guantes, calzados especiales y vestidos diversos. Todo ello para mostrar su importancia en la iglesia). Pues bien, en aquella noche del 23 de octubre de 1971, la bóveda celeste, las aguas del Araguaia y todos los que estábamos allí fuimos testigos de que algo nuevo acontecía. Un obispo rehusaba las marcas de poder para insertarse totalmente en la vida del pueblo. Estas palabras profético-poéticas hicieron eco:
Tu mitra será un sombrero de paja sertanejo; el sol y la luna; la lluvia y el tiempo sereno; las miradas de los pobres con los que caminas y la mirada gloriosa de Cristo, el Señor.
Tu báculo será la verdad del Evangelio y la confianza de tu pueblo en ti.
Tu anillo será la fidelidad a la Nueva Alianza del Dios Libertador y la fidelidad al pueblo de esta tierra.
No tendrás otro escudo que la libertad de los hijos de Dios; ni usarás otros guantes que el servicio del amor.
El tercer elemento que marcó esta ordenación dejó un reguero de luz y de esperanza. Despertó, por un lado, la adhesión inmediata de los cristianos en toda la iglesia y en los más diversos sectores de la sociedad; por otro, provocó reacción airada y violenta en los agentes de la dictadura militar y de los que se enriquecían con los incentivos públicos a costa del sacrificio, del dolor y de la esclavitud de muchos.
Fue su carta pastoral divulgada en aquella ocasión y que se titulaba: UNA IGLESIA DE LA AMAZONIA EN CONFLICTO CON EL LATIFUNDIO Y LA MARGINACIÓN SOCIAL. Un documento que marcó época y se convirtió en un divisor de corrientes en el seno de la iglesia del Brasil. La carta pastoral no mira para dentro de la iglesia. Es un mirar de la iglesia sobre la realidad desnuda y cruda del pueblo al que esta iglesia vino a servir.
En ella se relatan las situaciones vividas por los "posseiros" que eran expulsados de las tierras ocupadas y trabajadas desde hacía decenas de años; la realidad de los indios, cuyos territorios eran invadidos en beneficio del capital; y la explotación de los peones, trabajadores traídos de diversas comarcas del país y sometidos a las más degradantes condiciones, en situación similar a la de los esclavos.
Una palabra clara y profética que denunciaba las injusticias que se cometían contra el pueblo y que tuvo eco en Brasil y en todo el mundo. Pedro decía en la introducción:
"Si la primera función del obispo es ser profeta, y "el profeta es la voz de los que no tienen voz" (Card. Marty), yo no podría honestamente quedarme con la boca callada al recibir la plenitud del servicio sacerdotal".
La ordenación no fue sólo una celebración. Se concretizó, en todos los rincones de la prelatura, en formas simples y pobres de vida, en un compartir la vida con los sertanejos e indígenas; en una toma de decisiones de forma colectiva y hermanada, donde seglares, religiosos y sacerdotes tenían voz, mirando siempre al pueblo y a su historia.
Han pasado cuarenta años. Y no podemos olvidar aquellos acontecimientos que fueron los fundamentos de nuestra diócesis".
Lo que denunciaba en su primera carta pastoral, sigue desgraciada y tristemente de plena actualidad. Pero ¿donde están hoy los profetas como Pedro? ¿Por qué muchos se han quedado mudos y a otros muchos se les tapó la boca? Una iglesia que no es profeta de la causa de los pobres no es la Iglesia del profeta de Nazaret.

Esta información es de la revista Alandar.

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