domingo, 22 de abril de 2012

La fe en Cristo resucitado

José Antonio Pagola
Jesucristo: Catequesis Cristológicas (E.1)
La ejecución en una cruz puso en entredicho todas las pretensiones de Jesús. La cruz parecía dejar las cosas claras: Jesús había sido un hombre bueno y justo quizás, pero un hombre iluso totalmente equivocado. Si de verdad Jesús tenía razón al anunciar un mensaje de salvación a los29 hombres, al garantizar el perdón a los pecadores y al invocar a Dios como Padre, solo Dios lo podía decir. Si en Jesús se encerraba algo único, solo Dios lo podía confirmar. Y lo ha hecho resucitando a Jesús de la muerte.
La resurrección de Jesús es la mejor noticia que podíamos recibir los hombres. Es la resurrección de Jesús la que sostiene y da sentido a nuestra fe. “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe. Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, somos los más desgraciados de todos los hombres. Pero no, ¡Cristo resucitó de entre los muertos!” (1 Co 15, 14-20).
La resurrección de Jesús ha sido el acontecimiento decisivo para la fe cristiana. A partir de la resurrección, los cristianos creemos en Dios con una luz nueva, vivimos nuestra fe en Jesús con una profundidad nueva, comprendemos nuestra existencia y nos enfrentamos a ella con una esperanza nueva. Vamos a tratar de comprender un poco la novedad que nos aporta la resurrección de Jesucristo.
1. Una fe nueva en Dios, padre de Jesucristo
A partir de la resurrección de Jesús, los creyentes podemos creer en Dios con una luz nueva.
Dios, fiel a sus promesas
Si Dios ha resucitado a Jesús, quiere decir que Dios es fiel a sus promesas. Dios es incapaz de abandonar en la muerte al que le invoca con fe, como Padre. Si Dios ha resucitado a Jesús, quiere decir que Dios no abandonará a los hombres, no defraudará nunca la esperanza que los hombres pongan en El, no permitirá jamás el fracaso final de aquellos que le invoquen como Padre. En Cristo resucitado, Dios se nos descubre como un Padre fiel a sus promesas de salvar al hombre, un Padre dispuesto a salvar al hombre por encima de la muerte.
Dios, vencedor de la muerte
En Cristo resucitado descubrimos que Dios es capaz de resucitar lo muerto. Dios no es solamente el Creador. Dios es un Padre, lleno de amor y de vida, capaz de superar el poder destructor de la muerte y dar vida a lo que ha quedado muerto (Ef 1, 18-20).
Se entiende la fe de los primeros creyentes que mantienen su esperanza en medio de esta vida en que todo camina, de alguna manera, hacia la muerte. “No pongamos nuestra confianza en nosotros mismos sino en Dios que resucita a los muertos” (2 Co 1, 9).
Dios, futuro del hombre
Si Dios ha resucitado a Jesús, quiere decir que Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Dios no quiere la muerte sino la vida de los hombres. Al resucitar a Jesús, Dios se nos descubre como Alguien que no permitirá que una vida humana vivida en el amor termine en el fracaso de la muerte. Dios es el futuro que le espera al hombre que sabe amar.
Los primeros cristianos han vivido convencidos de que Dios no permitirá jamás que un hombre que ha vivido como Jesús, desde el amor y para el amor, entregado al Padre y a los hermanos, termine su vida en la muerte. Así escribe uno de ellos: “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos” (1 Jn 3,14)
Dios protesta contra el mal
Al resucitar a Jesús, Dios se nos descubre como Alguien que no está de acuerdo con nuestra existencia actual, llena de sufrimientos y dolor, y destinada fatalmente a una muerte que rompe todos nuestros logros y proyectos.
Todavía más. En Cristo resucitado. Dios se nos descubre como Alguien que no está conforme con un mundo injusto en el que los hombres somos capaces de crucificar al mejor hombre que ha pisado nuestra tierra. Al resucitar a Jesús, Dios nos descubre su reacción y su protesta final ante un mundo de injusticia y de violación de la dignidad humana. Así predicarán los primeros creyentes: “Vosotros lo matasteis- pero Dios lo resucitó” (Hch 2, 23-24).

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