lunes, 29 de agosto de 2011

La vocación personal (Conclusión)

      Para concluir debo confesar que no he leído hasta ahora nada sobre la "vocación personal": no he encontrado ningún escrito sobre el tema -puede que lo haya- pero confieso que no lo conozco, ni he oído a nadie hablar de él en ningún foro. Lo que he compartido es, en todos sus detalles, mi propia experiencia y -puedo añadir- la maravillosa experiencia de muchas personalas a las que he tenido la fortuna de acompañar en mi ministerio espiritual. Lo que he expuesto no ofrece otra garantía que la de una experiencia profundamente vivida, pero siempre teológicamente respaldada.

     No se me oculta que todo lo que he expuesto sobre la "Vocación Personal" puede ser tachado de exageradamente individualista, sin tener cuenta alguna del compromiso y responsabilidades sociales. Por esto tengo una última palabra que decir, basada asimismo en la experiencia, y no en teoría alguna.

     Hay una diferencia enorme entre "individualismo" y "personalismo". "Persona" connota necesariamente libertad abierta a los demás, no cerrada dentro de sí (que esto es "individualismo"), que cree, se desarrolla y madura precisamente por medio dc las relaciones interpersonales que establece. Lo que Carl Rogers enseña en su "On Becoming A Person" es profundamente acertado: nos vamos haciendo "personas" precisamente por medio de las relaciones interpersonales que establecemos. "Persona" y "comunidad" no son términos que se excluyen mutuamente, sino íntimamente correlativos. La "persona" se hace "persona" solamente dentro de la comunidad, y la comunidad lo es de veras solamente si está hecha de personas que viven su propia vida y responsabilidad (en la que sus miembros hacen responsablemente propios los objetivos y tareas de la comunidad).

     No estará de más recordar, en este contexto, que la "vocación personal" es precisamente la manera, irrepetiblemente única, que uno tiene de darse y entregarse, no de encerrarse dentro de sí. En otras palabras, la “vocación personal” es precisamente la manera irrepetiblemente única que uno tiene de abrirse a la comunidad, a la realidad social, las responsabilidades sociales, el compromiso social.

     Hace poco cayó en mis manos la obra de T. S. Eliot. "Old Possum's Book of Practical Cats" con su encantador poema "Poner nombre a los gatos". Tanto me entusiasmó su lectura, y vi tan claramente que no estaba escrito sólo "para niños" (como era su intención cuando lo escribió en los años 30), sino muy especialmente para adultos, que suelo concluir mis charlas sobre este tema con este poema. Con él concluiré también este librito, reconociendo mi deuda al gran poeta Eliot.

PONER NOMBRE A LOS GATOS

No creáis que es cosa fácil
poner nombre a vuestro gato.
Me diréis que estoy chiflado,
me llamaréis mentecato;
pero -os digo de verdad-
los nombres deben ser tres.

Uno para el uso diario:
Pedro, Alonso, Augusto, Andrés,
nombres serios, respetables,
pero nada originales.

Hay nombres más divertidos
para dama o caballero:
Platón, Electra, Esculapio,
Florinda, Sansón, Bolero.

Pero a un gato le conviene
tener un nombre especial,
uno que a él solo le cuadre,
un nombre particular.

¿Cómo podría, si no,
mantener la cola erguida,
atusarse los bigotes,
cortejar a su querida?

De estos nombres especiales
yo guardo todo un muestrario:
Munkustrap, Quaxo, Alarico,
Mandolina, Cerulario.

Pero hay un nombre secreto
que nadie puede acertar,
que sólo el gato conoce,
el gato, y ninguno más.

Cuando le veáis sumido
en honda meditación,
es porque está meditando
en la escondida razón
del nombre especial que tiene:
nombre inefable y efable,
nombre secreto, recóndito,
profundo, inescudriñable.
 
   


No hay comentarios: